En esta entrevista, la especialista en alfabetización que lidera el proyecto “Queremos aprender”, con resultados exitosos en varias provincias, habla de la imperiosa necesidad de transformar la educación: “La escuela tiene que reaccionar”, dice

Habla con vehemencia. Desde hace años, y cada vez con más apremio, Ana María Borzone pide una transformación en la enseñanza de la alfabetización en el país. Es una cruzada que encuentra su justificación en el bajo desempeño de los estudiantes, que, en los últimos tiempos, han mostrado estadísticas muy preocupantes: uno de cada dos alumnos de tercer grado no comprende lo que lee.

Mientras la metodología actual busca que los estudiantes “descubran” las palabras, “Queremos aprender”, el proyecto que lleva adelante Borzone, hace hincapié en el desarrollo de la conciencia fonológica; esto significa que se trabaja sobre el valor sonoro de cada letra. Queremos aprender se ha llevado a cabo en varias provincias y las experiencias, dice Borzone, han dado muy buenos resultados: todos los chicos que terminan primer grado saben leer y escribir.

“Queremos aprender” comienza en preescolar y en primer grado con un tipo de lectura en eco: primero se lee todo el texto en compañía de la maestra o el maestro, luego se trabaja en la comprensión del mensaje y finalmente se van leyendo fragmentos para que los chicos incorporen la prosodia. De esta manera hay una lectura dialógica interactiva en la que los estudiantes se forman una representación mental de lo que se lee.

En esta entrevista, Borzone habla de “Queremos leer”, pero también de la necesidad de liberar a la alfabetización de ciertos paradigmas basados antes en la ideología que en la evidencia científica. “La alfabetización es una gran estafa: todos se relajaron diciendo que en algún momento ese chico iba a aprender.”, dice. Y también: “La escuela tiene que reaccionar”, “Yo les diría a todos los que niegan la ciencia de la lectura que consideren que la anestesia no sirve porque es tradicional y que se operen sin eso”.

En estos días se ha hablado mucho sobre la pertinencia de anular la repetición de cursos de los estudiantes. Si bien el debate fue sobre el nivel secundario, en el caso de un chico de primer grado que termina el año sin estar alfabetizado, ¿cuál es su posición?

—Mi posición no es nada nueva. Es la posición que ha tomado la ciencia desde hace muchísimos años, que es evitar la repetición. Lo cual no significa que algunos chicos no tengan que repetir. Ahora, qué pasa en otros países: a mitad de año se hace una evaluación y los chicos que tienen un desfase reciben una intervención más intensiva. Acá, en cambio, se anularon las evaluaciones porque son estigmatizantes.

¿Qué implica la intervención?

—Después de la evaluación, donde uno puede determinar si un chico tiene alguna dificultad específica, se lo pasa a un grupo más pequeño con un trabajo diario intensivo para enseñar la conciencia fonológica, enseñarle las letras, muchísima práctica. Esto inclusive cambia el diagnóstico de dislexia. En la Argentina parecería que tenemos un 90% de chicos disléxicos, lo que es imposible: solo podría haber alrededor de un 4%. Todos los demás son chicos que no aprendieron porque no les enseñaron. Por eso se impone en el mundo esta perspectiva de respuesta a la intervención. Pero, si la estrategia del sistema escolar es que haya gabinetes con profesionales que tienen la misma formación en enseñanza que los docentes, es más de lo mismo, No vas a ir ni para adelante ni para atrás.

¿Esa misma formación tiene que ver con la…?

—Con la metodología. Pero volvamos. A mitad de año seguís con el grupo total, pero los que están desfasados, que puede ser un 15%, trabaja un tiempo extra en grupos pequeños. Y, de ese 15%, puede que un 4-5% no responda a la intervención intensiva. Ahí hay que analizar qué sucede y, si fuera necesario, esos chicos tienen que repetir. Pero antes están todas esas instancias. El problema es que acá se usa una metodología que ya desde la década del 40 se sabía que iba a generar una tragedia, y, entonces, mucho menos se va a tomar la línea de la intervención. Mi respuesta a la repitencia es que vayamos evaluando ya a mitad de año de primer grado, de manera que ningún chico quede por detrás de los otros.

¿Cómo es el estado de la alfabetización en la Argentina?

—Es la gran estafa. Todos se relajaron diciendo que en algún momento ese chico iba a aprender. Esa estafa sigue vigente, porque todos hablan de evaluar en tercer grado. ¡No señores! Hay que trabajarlo en primer grado. Como siempre fue y como tiene que ser. Nosotros tenemos escritura y lectura y comprensión con chicos de primer grado.

Cuando dice “Nosotros”, ¿a quién se refiere?

—Al programa “Queremos aprender”, que aplicamos en forma piloto. El programa tiene ejes en la oralidad, el vocabulario, la estrategia de comprensión, mucha práctica. Pero nuestra propuesta no es sólo conciencia fonológica, porque ahí hay otro error repiten como loros, sin tener ni idea. La conciencia fonológica se desarrolla en Jardín, en los primeros meses de primer grado y después, una vez que los chicos dominan todas las correspondencias y no omiten letras, ya está. Tenemos chicos en Corrientes, que empezaron a mitad de año con nuestro programa: se trabajó en forma muy intensiva, se capacitó a los docentes y los chicos escribían textos en primer grado. No es ningún milagro. Lo que pasa es que se requiere de una decisión política muy fuerte porque, por supuesto, te vas a encontrar con una discusión ideológica, no científica, que lo único que ha hecho ha sido destruir a los que pretendía proteger.

¿Por qué se espera hasta tercer grado para tomar pruebas de comprensión lectora?

—La escuela no tiene que esperar a tercer grado. La gran estafa ha sido tapar el fracaso de una metodología que ya se sabía que iba a fracasar diciendo que en algún momento iban a aprender. Entonces, la escuela tiene que reaccionar. Lo que pasa es que la escuela está sujeta a las decisiones de los ministerios, que no siempre toman decisiones adecuadas a lo que dice la ciencia. Muchas veces toman decisiones políticamente adecuadas para ellos, pero no para los chicos.

¿Por qué dice que interviene la ideología en un campo como la alfabetización, que, a priori, no parecería tener ningún vínculo político?

—¿Cuál es la ideología? Que, si vos evalúas al chico, lo estás estigmatizando. Entonces no podés evaluar. Además, se toma una teoría inválida desde hace años: “el chico aprende solo”. Somos seres sociales, nacemos y somos seres sociales. Aprendemos cuando otro nos enseña.

Lo decía Vygotsky.

—Claro. Pero toman una teoría y la llevan a un extremo. No es cierto que el chico aprende solo, no construye conocimiento solo.

Esa sería una interpretación extrema de Piaget.

—Es que el planteo que se hace tomando a Piaget en el marco de la enseñanza es un planteo circular, y un planteo circular en ciencia carece de valor explicativo, es desechable. Y, sin embargo, no ha sucedido. ¿Por qué? Porque los que defienden esta metodología se han atrincherado en la provincia de Buenos Aires. Así que el 40% de los chicos del país está condenado a ser analfabeto. Y hay que decirlo con todas las letras. Porque un país de analfabetos es un país que se pierde y es muy difícil de recuperar. Ese es el problema de defender lo indefendible. Y, además, durante todos estos años se ha formado a los docentes en esa línea, que no conocen otra. Lo que se ha sostenido es que enseñar a un niño impide que descubra por sí mismo. Gracias a ese lema tenemos un país de analfabetos. Los chicos todavía en secundaria están intentando descubrir la rueda y el fuego. Yo estoy muy preocupada. Habría que hacer la experiencia —pero tampoco se hace— de ver cómo los chicos que están en la secundaria casi no pueden trazar las letras. No han desarrollado la motricidad fina. Se ha negado la ciencia. Yo les diría a todos los que niegan la ciencia de la lectura que consideren que la anestesia no sirve porque es tradicional y que se operen sin anestesia.

Con respecto al Plan Nacional de Alfabetización, ¿qué cambios espera que suceda a partir de la convocatoria del Consejo Federal de Educación?

—Ya desde el momento que hablan de tercer grado, no espero nada. Es cierto que nosotros estamos trabajando con algunas provincias. Pero va a ser un trabajo muy arduo. Empezamos con Mendoza en el 2016. El año pasado se sumaron San Luis y Corrientes. Este año se sumó Chubut. Hay una perspectiva de cambio, pero va a llevar mucho tiempo porque los docentes están formados en otra línea.

¿Cómo toman los docentes la metodología?

—Son los primeros que se suman. Algunos, por supuesto, ofrecen resistencia, pero los docentes quieren que los chicos aprendan. Esa es la gran incoherencia, porque, por un lado, estamos cambiando la forma de enseñanza, pero por el otro, si a los docentes en su formación inicial no les das los instrumentos de la ciencia de la lectura, cuando llegan al sistema hay que empezar todo de nuevo. Afortunadamente, ahora parece que en Mendoza se van a formar profesores de los institutos en esta línea; una línea en la que se deberían haber formado hace ya 40 años. Tenemos un gran retraso. A fines de los 80, cualquier cosa que hacías era dictadura. Entonces, si enseñabas era dictadura, si corregías era dictadura, si evaluabas era dictadura. Ahí estaba la ideología, ahí estaba el discurso. Son muchas generaciones perdidas. Tiene que haber un cambio rotundo. Seguir insistiendo con tercer grado es un grave error.

¿La pandemia provocó un quiebre?

—La pandemia no hizo absolutamente nada. Habrá acentuado un poco una situación, que ya era desastrosa. Nosotros tenemos datos del grupo con el que estábamos trabajando en forma piloto en la pandemia. Esos chicos tenían el material, porque se los habíamos dado en marzo, y la maestra trabajó con ellos a través de Zoom. Los chicos aprendieron a leer y escribir en primer grado. Lo único que hizo la pandemia fue poner al descubierto algo que tapaban. Encontraron la excusa para atribuir el fracaso, pero no: esto se arrastra desde hace tiempo y cada vez está peor. Me preocupa el segundo ciclo, porque si el chico ingresa a cuarto grado apenas leyendo y escribiendo algunas palabras, ¿cómo trabajan los docentes? ¿Y los docentes de la secundaria? Si los chicos no leen ni escriben, ¿cómo pueden aprender las materias? Hay que sacar la Ley de Emergencia Educativa y durante todo el sistema tiene que dedicar dos años a alfabetizar, a enseñar: a leer y escribir.

¿Todos los docentes?

—Todos los docentes de todos los grados de la primaria y de todos los años de la secundaria. Es la única salida a corto plazo. Si no, vamos a seguir perdiendo generaciones. Ya estamos en junio. La perspectiva es muy triste. Políticamente, yo no entiendo cómo se maneja un cambio tan abrupto, pero, si no cambiás, vas a tener los mismos resultados. Lo bueno es que la sociedad ha tomado conciencia. Los padres han tomado conciencia. Ya no creen que haya que dejar al chico para que aprenda solo.

¿Gracias a la campaña “No comprenden lo que leen”, de Argentinos por la Educación?

—Hay distintos movimientos, y eso quiere decir que la sociedad se está movilizando y está pidiendo que los chicos aprendan a leer y escribir. Pero ¿quién los oye? No han cambiado y siguen aferrándose cada vez con mayor fuerza para no cambiar.

¿Quién debería empujar el cambio?

—No lo sé, porque esto, en algunos países, ingresa en el tema de salud. Esto es interesante: el tema de la educación entra en el ámbito de la salud, en el sentido de la mala praxis. Si vos no le enseñás a un chico a leer y a escribir, no estás desarrollando su cerebro. En 2015 se observó que la falta de estimulación —la falta de enseñanza— genera un desarrollo inferior en el cerebro. Ya no se trata de que algún día aprenderán: estás atentando contra la salud de ese chico. Se quiere imponer en educación un juicio por mala praxis.

Sería patear el tablero.

—Por supuesto, cambia todo. Tenemos una epidemia de analfabetismo. ¿Cómo la solucionamos? Hay que llamar a los expertos, no a los amigos. ¿Vos decís que sos especialista en lectura? Demostralo. Si yo soy cardiocirujana, antes de que me prestes tu corazón voy a tener que demostrar mi trayectoria, ¿no es así? En el caso de la lectura tiene que ser igual. Tenemos pocos recursos humanos, pero ni siquiera son bien aprovechados.

¿Qué haría si estuviera en un lugar de decisión?

—Yo declararía la emergencia educativa. Y evaluaría a fin de primer grado. Les damos los instrumentos, les damos las herramientas, les damos la capacitación: Si no los quieren tomar y esos chicos no aprenden, van a tener que responder: juicio penal.