La especialista en la educación socioemocional visitó el auditorio de Ticmas y compartió sus ideas en torno a la formación de nuevos líderes que hagan foco en las habilidades socioemocionales. “Si la inteligencia artificial ya hace muchísimas cosas muchísimo mejor que nosotros, tenemos que desarrollar las inteligencias que nos vayan a diferenciar”, dijo
Mónica Rodríguez Salvo se ha convertido en una referente ineludible en cuanto a liderazgo y transformación educativa. Su trayectoria es amplia y diversa: además de ser coach, ha perfeccionado su formación con especializaciones en Mindfulness para Educación y el Trabajo en la Universidad de California (UCLA), y en Educación Socioemocional por la Universidad de San Diego. Además, es fundadora de InspirEd, una consultora educativa que promueve el desarrollo de habilidades socioemocionales como eje central de la transformación educativa.
Recientemente visitó el auditorio de Ticmas, donde subrayó la necesidad de generar un liderazgo que vaya más allá de lo convencional, que sea capaz de promover cambios profundos y sostenibles tanto en las organizaciones como en las escuelas.
—¿Cómo se construye ese tipo de liderazgo?
—El liderazgo se está transformando profundamente y está muy relacionado a las habilidades socioemocionales, que son las que transforman las organizaciones, las escuelas y la sociedad. El liderazgo verdadero se construye sobre el desarrollo de capacidades que tienen que ver con cómo vivimos y nos conectamos con el otro, pero también con aquellas habilidades que tienen que ver con nosotros mismos. Hablamos de un liderazgo que parte de mirarnos a nosotros mismos. El líder de hoy se autocuestiona, se pregunta y sabe preguntar mejor, que sabe mirarse desde otros ángulos para luego ir al otro.
—En algunas escuelas se desarrolló un semáforo emocional que tiene que ver con la autoconsciencia. ¿Se puede implementar en las organizaciones?
—Claro que se puede. A veces pensamos que lo que hacemos en las escuelas no se puede hacer en las organizaciones, y es exactamente lo contrario. El mundo de las organizaciones está muy ávido de volver a conectar con el aprendizaje desde el juego, desde el hacer y desde el involucramiento. Que es también lo que queremos tener en nuestras escuelas.
—¿Cómo abordás el juego en una organización?
—Mi familia siempre se ríe cuando preparo algunas de mis sesiones, porque saco materiales, juegos, juguetes, cosas. Tanto cuando lo hago en colegios como en organizaciones. El juego nos toca una fibra profunda. A través del juego, yo puedo crear espacios de reflexión que disparan en las personas lugares a los que quizás no irían desde una pregunta tradicional. Con el juego nos integramos y estamos al mismo nivel. Esto es fundamental, porque si verdaderamente queremos lograr una transformación, tenemos que entender que el liderazgo no es una cuestión de jerarquía ni de posiciones. Todos somos líderes en todos nuestros ámbitos. El líder es aquel que se interesa en lograr una mejora en la vida del otro. Puede ser en el colegio, en una organización, en el club, puede ser liderando un proyecto, personas, ideas.
—No me tires con un zapato, pero, entre los varones, el fútbol es un lugar de conexión…
—Yo tengo dos hijas mujeres futbolistas.
—A lo que voy es que, si en una empresa se organiza un partido, por ahí el cadete juega mejor que el gerente y a eso impacta en un cambio de clima entre los compañeros de trabajo.
—Porque te encontrás haciendo desde otros lugares. En una organización tenés roles muy definidos, pero, cuando lo llevás al juego, esos lugares se van desdibujando y aparece lo más valioso, que son las capacidades de construir espacios de empatía, de conexión, de construcción, de divergencia.
—¿Cómo incluís otro tipo de juegos?
—El juego tiene que ver con darnos un espacio de creatividad. Y, cuando la creatividad está presente, se encienden luces de humanidad. Hace un momento hablabas del semáforo: el trabajo con las emociones es absolutamente fundamental porque las emociones son nuestro mayor motor y nuestra mayor barrera. Sabemos que impactan en el aprendizaje; sabemos que transforman las organizaciones. Los resultados nunca van a suceder si no trabajamos con la gestión de las emociones, si no desarrollamos empatía, si no volvemos al valor de ayudar al otro y de conectar con la persona que está en nuestro entorno.
—¿Qué pasó con los vínculos y la empatía desde la pandemia y las reuniones por Zoom?
—De esto aprendimos un montón y aprendimos a la fuerza. Hoy doy tantas sesiones de manera virtual como de manera presencial. Esto también es una alfabetización. La empatía digital son capacidades a desarrollar porque el mundo es también un mundo global, donde estamos conectados constantemente con personas de todo el mundo. Si miro a la cámara, el otro va a estar sintiendo que lo estoy mirando; si quiero decir algo significativo y quiero que todos estén anclados en su espacio de atención, tengo que dejar de compartir la pantalla: son pequeñas ideas que hacen que suceda nuestra humanidad en lo digital. Todo el tiempo nos han metido en la dicotomía entre lo presencial y lo digital. “Ah, no, en el mundo virtual la empatía desaparece”. No es así. Solamente tenemos que saber cómo hacerlo.
—Hablamos de la empresa y ahora te pregunto por la escuela, porque allí también vivimos un tiempo en la pantalla y luego la resocialización.
—Es un gran desafío para todas nuestras instituciones. Los chicos y nosotros hemos tenido que desarrollar estas habilidades casi por supervivencia en la época de la pandemia, y ahora debemos aprender a conectar cuando estamos con el otro: mirarnos a los ojos, dejar las pantallas, generar espacios de conversaciones profundas y significativas. Hay que reaprender, pero yo siempre digo que la vida misma es un reaprender y es un resignificar y es un rehabitar. Hoy tenemos una doble capacidad: por un lado, la capacidad digital, pero también la capacidad de estar aquí todos juntos. Las escuelas tienen que lograr que nuestros chicos habiten ese doble pivot.
—¿Cómo se trabaja en casa?
—El desafío en educación pasa por aprender a trabajar en equipo. El puente entre familia y escuela está muy dañado, ha sido muy bombardeado. La confianza está rota. Debemos trabajar todos juntos porque las habilidades socioemocionales se trabajan de manera integral a través de todos los actores del ecosistema. No son los maestros, no son los directivos, no son los papás: son los papás y los directivos y los maestros y la señora que atiende el kiosko. Lo mismo sucede en las organizaciones. Es una mirada integral. Cuando llegue ese momento, va a haber una verdadera transformación.
—¿Qué es InspirED, la consultora de la que sos fundadora y directora?
—Elegimos el nombre InspirEd —que significa una educación inspirada— porque en el mundo educativo tenemos que volver a las bases de la inspiración y de la creación. Tenemos que mirar la educación con valentía. Ya no podemos esperar más: tienen que suceder cambios muy profundos en todo el sistema educativo. Esa es mi convicción y mi pasión. Si la inteligencia artificial ya hace muchísimas cosas muchísimo mejor que nosotros, tenemos que desarrollar las inteligencias que nos vayan a diferenciar. La educación inspirada tiene que ver con una educación con significado, diferente, profunda. Eso es lo que nos va a llevar al paso que se viene. Fundé InspirEd hace muchos años con la premisa de un cambio significativo a través de la valoración de las capacidades y habilidades humanas.