Los docentes que disfrutan de su trabajo y muestran pasión y entusiasmo al enseñar de manera natural, impulsan, por lo general, el deseo intrínseco de aprender por parte de sus estudiantes.
Un docente que expresa alegría y entusiasmo puede influir positivamente en el estado emocional de sus alumnos
Un docente que expresa alegría y entusiasmo puede influir positivamente en el estado emocional de sus alumnos
¿Ganas de enseñar, ganas de aprender? Pareciera que sí….
La relación entre la alegría del docente y el rendimiento académico de los alumnos es un tema que ha cobrado creciente interés en la investigación educativa en los últimos tiempos. La premisa central sugiere que un docente que irradia positivismo y alegría no solo crea un ambiente de aprendizaje más ameno y agradable, sino que también impacta significativamente en la motivación y, consecuentemente, en el rendimiento de sus estudiantes. Este enfoque está alineado con los principios de la neuroeducación, que estudia cómo el cerebro aprende de manera óptima, considerando el entorno emocional como un factor crítico.
Varios estudios han demostrado que las emociones positivas en el aula, incluyendo la alegría y el entusiasmo del docente, juegan un papel crucial en el proceso de enseñanza y de aprendizaje. Un buen docente tiene ganas de estar en el aula. Los docentes que disfrutan de su trabajo y muestran pasión y entusiasmo al enseñar de manera natural, impulsan, por lo general, el deseo intrínseco de aprender por parte de sus estudiantes.
Para comprender este concepto, debemos saber que la figura del docente como catalizador de energía en el aula se basa en la idea de que las emociones son contagiosas. Es así, las personas tienden a “copiar” las emociones de quienes les rodean, especialmente cuando estas son expresadas por personas consideradas como modelos a seguir, como es el caso de los docentes. A esto se lo denomina “contagio emocional”. Desde esta perspectiva, un docente que expresa alegría y entusiasmo puede influir positivamente en el estado emocional de sus alumnos, promoviendo un ambiente de aprendizaje donde la curiosidad, la motivación y el entusiasmo florecen.
El ambiente emocional positivo en el aula, por lo tanto, liderado por un docente alegre, no solo mejora la motivación y el bienestar de los estudiantes, sino que también está asociado con mejores resultados académicos. Los estudios demuestran que los ambientes de aprendizaje caracterizados por emociones positivas, como la alegría y el entusiasmo, favorecen la retención de la información, la atención y las habilidades de pensamiento crítico. Esto se debe a que las emociones positivas pueden mejorar la función cognitiva, aumentando la capacidad de atención, la memoria y la flexibilidad cognitiva, elementos esenciales para el aprendizaje efectivo.
Hablemos de convivencia escolar armoniosa
Ahora bien, no se trata de encender el botón “on/off” del entusiasmo docente.
Para que los docentes se conviertan en verdaderos “catalizadores de energía”, es fundamental adoptar estrategias que promuevan la alegría y el entusiasmo, tanto en ellos mismos como en sus alumnos.
Autocuidado docente: la capacidad de transmitir alegría comienza con el bienestar del propio docente. Estrategias de manejo del estrés, de manejo de aula, y actividades que promuevan la satisfacción personal son esenciales. De la misma manera, debemos considerar sueldos acordes a la labor, capacitación docente de calidad, recursos y otras cuestiones básicas, sin las cuales se hace difícil disfrutar del aula.
Crear conexiones emocionales: establecer una relación positiva y de confianza con los alumnos, mostrando interés genuino en sus vidas y bienestar.
Uso de metodologías activas: incorporar actividades significativas y relevantes, proyectos de grupo y otras actividades dinámicas que fomenten la participación activa y el disfrute del proceso de aprendizaje.
Celebrar los éxitos: reconocer y celebrar los logros individuales y grupales, por pequeños que sean, para fomentar una cultura de positivismo y motivación hacia el logro.
Promover la curiosidad: alentar a los estudiantes a explorar temas que les interesen genuinamente, adaptando el contenido del curso para incluir sus pasiones y curiosidades, fomenta un ambiente de aprendizaje más alegre y comprometido. No se trata de no seguir el currículo, sino de trabajarlo de manera que capte la atención y el interés de los alumnos.
Flexibilidad en la enseñanza: ser flexible en los métodos de enseñanza y en la evaluación permite adaptar las lecciones a las necesidades de los estudiantes, contribuyendo a un ambiente más positivo y menos estresante.
Fomentar el sentido de comunidad: crear un sentido de pertenencia y comunidad dentro del aula mejora las relaciones entre los estudiantes y con el docente, creando un ambiente de apoyo mutuo donde la alegría puede prosperar. Sí, debemos hermanar a los alumnos. Amigos de algunos, pero compañeros de todos.
La alegría en la educación, lejos de ser un lujo o un complemento, es una necesidad fundamental para el aprendizaje efectivo. Un ambiente alegre y entusiasta no solo mejora la experiencia educativa sino que también optimiza el rendimiento académico de los estudiantes. En este contexto, cultivar la alegría se convierte en una estrategia pedagógica esencial, una que requiere atención consciente y dedicación tanto de los educadores como de las instituciones educativas.
Por LAURA LEWIN.