La percepción de que las nuevas generaciones están naturalmente conectadas con la tecnología presenta oportunidades únicas para la educación. Sin embargo, aprovechar al máximo estas ventajas requiere un enfoque crítico y equitativo que considere las diversas realidades y capacidades de los estudiantes.
Hace poco más de veinte años, Marc Prensky acuñó un término que caló profundamente en el imaginario social: con el concepto de “nativo digital” se refería a quienes habían nacido después de 1980 y que, según él, tenían una capacidad innata para comprender y utilizar la tecnología digital debido a su exposición desde temprana edad.
La idea de los “nativos digitales” se ha vuelto una de las más influyentes y, a la vez, más cuestionadas en el ámbito educativo. Porque, por un lado, la creencia de que una generación que creció en un entorno tecnológico tiene habilidades naturales para el uso de herramientas digitales resulta muy sugerente. Pero también, esta visión suele estar asociada con una simplificación de la comprensión de la relación entre juventud y tecnología, lo que ha generado malentendidos y ha contribuido a perpetuar desigualdades.
En un artículo para el Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación, Nohemí Vilchis aborda este tema desde una perspectiva crítica, cuestionando la validez del término y exponiendo sus implicancias problemáticas. El concepto de “nativo digital” carece de una base empírica sólida, dice, ya que Prensky, al crear esta categoría, no recurrió a investigaciones rigurosas, sino que se basó en una observación general de la juventud. A pesar de esto, la idea ha persistido y se ha expandido, influenciando políticas educativas y generando expectativas poco realistas sobre las capacidades tecnológicas de las nuevas generaciones.
Una de las consecuencias más problemáticas del término en la educación ha sido la tendencia a asumir que los jóvenes poseen de manera natural las habilidades necesarias para desenvolverse en un entorno digital, lo que puede llevar a una desatención en la formación digital adecuada. Esta creencia no solo es incorrecta, sino que también profundiza la brecha digital entre aquellos que tienen acceso a recursos tecnológicos y una educación adecuada, y aquellos que no disponen de las mismas oportunidades.
Además, el mito del “nativo digital” ha contribuido a la propagación de la idea de que los jóvenes son expertos en multitarea, lo cual se ha demostrado que no es cierto. Diversos estudios indican que la multitarea no solo es ineficaz, sino que también puede tener efectos negativos en la productividad y en la salud mental. Al perpetuar esta falsa creencia, se ignora la necesidad de enseñar a los estudiantes cómo manejar su atención y enfocarse en tareas de manera efectiva.
Las desigualdades socioeconómicas desempeñan un papel determinante en la capacidad de los estudiantes para aprovechar las herramientas digitales. Aquellos con menos recursos suelen enfrentar mayores dificultades para acceder a una educación digital de calidad, lo que contribuye a la exclusión social y a una creciente disparidad en los resultados educativos.
Nuevas estrategias para una educación digital verdaderamente inclusiva
Vilchis enfatiza la necesidad de replantear el enfoque educativo en relación con la tecnología. Es fundamental que se adopte una perspectiva que reconozca la diversidad de experiencias y habilidades entre los jóvenes. Esto implica un compromiso por parte de educadores y responsables de políticas para desarrollar competencias digitales de manera inclusiva, asegurando que todos los estudiantes tengan las herramientas necesarias para aprovechar el entorno digital de manera crítica y efectiva.
Vilchis concluye el artículo con una serie de recomendaciones:
1. Apoyo en la era digital: Es crucial que los niños y adolescentes reciban un acompañamiento adecuado en su relación con la tecnología. Padres y educadores deben estar presentes en el desarrollo de las competencias digitales, así como en la creación de redes de apoyo que les permitan utilizar la tecnología de manera segura y responsable.
2. Reducir la brecha digital: Es necesario el diseño de políticas públicas que aborden las desigualdades en el acceso y uso de la tecnología, considerando las barreras socioeconómicas que enfrentan muchos estudiantes para que cada uno pueda tener acceso a una educación digital de calidad.
3. Desafiar el término “nativos digitales”: Enfocarse en educar a los jóvenes en el uso crítico y reflexivo de la tecnología, dotándolos de las habilidades necesarias para enfrentar los desafíos del entorno digital contemporáneo.